Meditación

Meditación: por qué debes practicarla y beneficios

La meditación, debidamente practicada, puede proporcionar excelentes beneficios para la salud. Descubre por qué, y cómo debes practicarla.

Es común confundir la meditación con la relajación, pero la realidad es que son técnicas y cuestiones muy diferentes. Es cierto que no es, estrictamente hablando, una solución milagrosa contra el estrés y la ansiedad, pero sí es muy beneficioso a la hora de despejar la cabeza o aislarse del mundo. 

¿Qué es y en qué consiste exactamente la meditación?

 

Para ser precisos, la meditación nos llega a partir de prácticas ancestrales, principalmente religiosas. Y muchos historiadores atribuyen la creación de esta técnica a Buda, quien consideró, hace 2.500 años, que el cuerpo y la mente no estaban separados, y que el primero no estaba dominado por el segundo. Es más, según él, la práctica de la atención permitía ver con mayor claridad y precisión.

Hoy en día, la meditación es tratada de manera secular en Occidente, de forma que es practicada por muchas personas, de prácticamente todos los rangos de edad. Mediante la atención plena, se convierte en una forma de posicionarnos frente a los pensamientos y las ansiedades que tenemos, en lugar de oscurecerlos. Es decir, nos ofrece la posibilidad de ponernos en contacto con lo que nos rodea, sobre todo con amabilidad.

Esto significa básicamente que no existe ningún tipo de actitud “zen” sin la existencia de un mínimo de relación consciente con el presente, nuestro cuerpo y el entorno en el que nos encontramos. Y la meditación, aunque es una práctica sencilla y simple, requiere atención.

Por lo tanto, si nuestra mente se escapa es fundamental volver a enfocarnos en el momento presente, centrándonos tanto como sea necesario no solo en nuestra respiración, sino también en nuestro propio cuerpo.

Eso sí, hoy en día es fundamental comprender que la meditación no tiene nada que ver con la vida de un monje o un asceta que busca aislarse del mundo como se continúa percibiendo con mucha frecuencia. Y tampoco es una religión o una creencia. De hecho, no es necesario cambiar nuestra vida para abrirnos a la meditación

Se trata, básicamente, de una cualidad. De simple vigilancia interior y, sobre todo, de atención plena en el momento presente.

No en vano, existen muchísimas técnicas de meditación que ayudan al principiante a descubrir y entrar en contacto con su propio interior. Es el caso, por ejemplo, de la meditación Vipassana, Zazen, las meditaciones activas de Osho, meditaciones budistas (las más conocidas y populares), o las meditaciones tántricas.

En el último sentido, es importante tener en cuenta algo importante: la meditación no consiste en una técnica, sino en una comprensión, en una conciencia acerca de quiénes somos realmente.

Eso sí, los efectos de la meditación, casi sin ninguna son impresionantes: relaja nuestro cuerpo, reduce el estrés y la ansiedad, mejora la concentración y la claridad mental necesaria para cualquier elección, aumenta nuestra energía y vitalidad (en general), y, a largo plazo, los estudios han demostrado que nos permitiría curar enfermedades, actuando con tranquilidad ante cualquier situación.

Algunos conceptos erróneos sobre la meditación

 

A diferencia de lo que suele pensarse comúnmente, concentrarse no es meditar. La meditación es relajación. Y relajarse significa aceptar no hacer nada en absoluto. Simplemente sentarse en silencio y observar lo que sucede. Pero debemos tener cuidado: ¡no trates solo de observar! De lo contrario, hay que concentrarse y hacer un esfuerzo.

Esto significa básicamente que debemos mantenernos relajados, tranquilos y receptivos. Eso es todo. Sin conflicto, sin lucha y sin esfuerzo. Solo para estar ahí, presentes, en el momento actual y presente.

La meditación tampoco es un examen de conciencia. La introspección es pensar en lo que hacemos y en lo que somos. La psicología occidental enfatiza la introspección. Pero, ¿en qé consiste la introspección? Tomemos como ejemplo a la ira. Después de un ataque de rabia, pensamos: ¿qué lo provocó? ¿Qué ocurrió?

Nos entregamos a muchas conjeturas, asociaciones de ideas, pero todos estamos enojados y nos dan la espalda. Así, intentamos escudriñar el más mínimo detalle del suceso, lo diseccionar, queremos saber cómo pudimos haberlo evitado… Aunque es un vasto proceso intelectual, el enfoque occidental es, en realidad, analítico. En resumidas cuentas, se trata de psicoanálisis.

Sin embargo, la actitud oriental, de donde de hecho proviene la meditación, se puede resumir en pocas palabras: ten cuidado. No analices tu ira, no tienes que hacerlo. Simplemente mírala con atención neutral, total e irreflexiva. Permanece en el sentimiento de rabia que se encuentra ahí, presente. 

Las explicaciones son irrelevantes, como nuestro deseo de soltar ese enojo o sus arrepentimientos. Lo único que debemos hacer es observar. Y, efectivamente, esto es recordar nuestro propio yo.

Consejos útiles para meditar siendo principiantes

 

Encuentra un lugar cómodo y adecuado

Si es la primera vez que vas a practicar la meditación, debes tener en cuenta que escoger el lugar de forma cuidadosa es realmente importante. Esto significa que es imprescindible evitar lugares ruidosos, adentrarse en la naturaleza, donde todavía abunda el movimiento.

Si no es posible escoger ningún lugar que aún no se encuentre “invadido”, contaminado, podemos optar por quedarnos en casa. Eso sí, debemos instalarnos en un cuarto o pequeño rincón que solo usemos para la meditación.

De esta forma, este lugar se irá imbuyendo gradualmente de nuestras “vibraciones” meditativas, y nos será mucho más sencillo entrar en meditación, dado que el cuerpo literalmente se habitúa y acostumbra a esa área.

Ponte cómodo/a

Si hemos escogido una técnica de meditación que nos obliga a permanecer sentados durante un rato, no hay duda que debemos ponernos cómodos, ya sea sentados en un sillón, o en el suelo con o sin cojín. 

Evidentemente, tendremos que quitarnos los zapatos, ponernos ropa cómoda y olvidarnos de las preocupaciones.

Aléjate del resto del mundo durante una hora cada día

Antes de meditar, es conveniente apagar el teléfono móvil, levantar el teléfono fijo de casa y, a fin de cuentas, protegernos de cualquier perturbación que pueda incomodarnos o afectarnos negativamente. En esos momentos ¡no debemos ser molestados!.

Nuestro “retiro” debe convertirse en un lugar sagrado. Es bueno para el cuerpo, y para la mente, permanecer aislados de todo durante al menos una hora al día.

Empieza con meditaciones activas

Muchos expertos aconsejan comenzar con la meditación kundalini, principalmente porque, a menudo, es muy sencilla de practicar. Eso sí, si al comienzo, al sentarnos en silencio, nos sentimos abrumados por nuestros pensamientos y emociones, y nos enfrentamos a la “locura” de la mente, entonces debemos detener la meditación en silencio e irnos a la meditación activa.

El objetivo es estar bien, y no enfrentarnos a nuestros propios demonios internos. Las técnicas que empiezan con fases activas nos preparan para la meditación.

Si no comprendes una meditación, evita hacerla

No es conveniente intentar interpretarla. Algunas personas tienen un lema: cuando no sepas qué hacer, haz lo que sea necesario. Evidentemente, se trata de un principio ciertamente peligroso, puesto que, en caso de no saber qué hacer, lo mejor simplemente es no hacer nada.

La mente es muy compleja, delicada. A menos que seamos conscientes de aquello que estamos haciendo, debemos abstenernos puesto que, de lo contrario, multiplicaremos las dificultades, en lugar de resolverlas.

Así que debemos seguir las pautas sin quitar nada, ni agregar nada. También debemos evitar aquellas técnicas que mezclan distintas meditaciones, sobre todo al principio. 

Mientras meditas, es normal sentir a veces una especie de vacío interior

Evidentemente, no se trata del vacío apático del indiferente o del somnoliento, sino de una “especie” de vacío, y proviene de la detención de los pensamientos. En un comienzo notaremos el silencio, y se nos pasará por la cabeza la idea de “no pensar más”.

Efectivamente, será otro pensamiento, de un tipo muy sutil. Pero no te equivoques al respecto. Cuando llegue un poco de paz, no verbalices, instantáneamente destruirá la experiencia y todo lo conseguido.

¿Estoy perdiendo el tiempo?

¿Cómo pudiste perder tu tiempo? En realidad no lo posees, solo puedes perder aquello que es tuyo. Y no lo tienes. Pasa inexorablemente, medites o no. Esto significa básicamente que el tiempo no es posible conservarlo ni desperdiciarlo.

El mejor uso que podemos hacer de nuestro tiempo es cultivar esos pequeños espacios y momentos de serenidad, de paz interior. Algún día sabremos que, en verdad, son un único activo real.

Y todo lo demás carecerá de importancia: dinero, bienes materiales, prestigio, respetabilidad o conocimiento.

Cómo meditar paso a paso

 

Como ya te hemos explicado en alguna que otra ocasión, al principio es necesario tener un poco de paciencia y de práctica, sobre todo a la hora de encontrar el silencio. Básicamente debemos hacer siempre lo mismo para que se convierta en una rutina.

A partir de ese momento, nuestro cuerpo internalizará y automatizará más fácilmente el estado de calma. A continuación te proponemos los pasos que debes seguir:

1. En primer lugar: escoge un lugar cómodo y tranquilo

Asegúrate de que no te molesten otras personas, el teléfono móvil o cualquier otro ruido circundante.

2. Utiliza ropa cómoda pero abrigada

¿Sabías que el cuerpo se enfría rápidamente cuando nos encontramos quietos? Considera usar una ropa suave y abrigada, y posiblemente calcetines gruesos y un pañuelo para el cuello.

3. Encuentra una posición agradable donde poder sentarte

Ya sea que te encuentres de pie, sentado en una silla, en la posición de loto (una clásica postura de yoga) o acostado, debes estar en un lugar cómodo. Basta con un cojín, una toalla, una colchoneta o una silla. Mientras sea cómodo, pueden ser útiles para ayudarnos a mantenernos estables y relajados.

4. La postura

La postura recta suele ser una de las más útiles, sobre todo al principio. Estira la columna, inclina la barbilla ligeramente hacia el pecho, y relaja los hombros hacia atrás.

Ahora, pon tus manos sobre las rodillas o los muslos, sin ningún tipo de tensión muscular. Ahora, simplemente respira libremente.

5. Configura una alarma

Cuando empezamos, es de vital importancia comenzar gradualmente. Comenzar con 5 minutos de meditación, luego aumentar gradualmente el tiempo a 10 minutos cuando nos sintamos cómodos.

También podemos optar por realizar un breve descanso en la atención plena, para luego continuar meditando durante algunos minutos. De esta forma, conseguiremos desarrollar nuestras habilidades de atención, y nos resultará cada vez más fácil meditar durante un tiempo mayor.

6. Ahora sí: comienza a meditar, tomando conciencia de tu respiración

En la meditación, la respiración se utiliza para calmarnos y relajarnos. Nuestra mente, es normal, vaga entre el pasado y el futuro. Y si tenemos problemas para seguir la respuración, podemos concentrar nuestra atención en una parte de nuestro cuerpo a la vez.

Por ejemplo, imagina que estás liberando la tensión muscular. Después de la relajación, sentimos conscientemente esa parte del cuerpo, percibiendo las sensaciones que nos ofrece.

Después de este viaje, por todas las áreas del cuerpo, extendemos esta conciencia a todo el cuerpo. Simplemente debemos intentar soltarnos, y sentir las reacciones que van apareciendo.

7. Deja que tus pensamientos divaguen

Debemos aceptar los pensamientos que ocurran, pero sin obsesionarnos con ellos. Solo somos observadores. En otras palabras: debemos aceptar los pensamientos y dejarlos pasar como si fueran nubes en el cielo.

O, simplemente, imaginar que nos encontramos en la estación, y que nuestros pensamientos son un tren que pasa.

8. Fin de la meditación

No es conveniente saltar todavía. Debemos tomarnos unos minutos. Es conveniente estirarlos y respirar en profundidad, al menos dos veces. Abrimos los ojos, nos ponemos de pie lentamente, beber nuestro té favorito y mirar por la ventana. Ahora empezaremos a disfrutar de nuestra vida cotidiana.